domingo, 13 de septiembre de 2015

El desafío... Vuelta a Peñalara

Hacía tiempo que tenía ganas de hacer una ruta más dura de lo acostumbrado, forzar un poco mis límites saliendo de la zona de confort y tras un par de salidas con Nieves y Nacho surgió la oportunidad, un bonito track rodeando Peñalara con nada menos que algo más de dos mil metros de desnivel acumulado, además de los mencionados también acudieron a la cita Pedro, Dani y José Carlos.

Aquí aún sonreía
Habíamos quedado a las nueve en el aparcamiento de la Boca del Asno, iba con tiempo, ya tenía todo preparado, ahora solo tenía que pasar a comprar las viandas por la tienda habitual y ... ¡Sorpresa! hoy estaba cerrada, así que tiré para arriba directamente y como iba con tiempo extra paré un rato en el Puerto de Navacerrada, para entrar en Dos Castillas y meterme un pequeño estimulante en forma de cafeína y glucosa.

En el aparcamiento estamos ya todos a la espera de que llegue José Carlos, cuando me enteré ahí que venía me alegré por poder disfrutar de su compañía y suspiré pensando que entonces el ritmo sería más tranquilo, jejeje, nada más lejos de la realidad, pronto descubría que estaba muy confundido.

Cruzamos la carretera he iniciamos nuestro camino por una pequeña senda que salía a izquierda tras cruzar una portezuela.

El "Tridente" bautizado por Pablo (Nacho, Nieves y Pedro)
No tardamos mucho tiempo en encontrarnos con alguna que otra subida técnica, en especial por la cantidad de piedras, raíces y ramas rotas en medio del camino.

Como dice Nacho: "Camino pedrolero"
Pero son cortos y al poco tiempo ya vamos rodando por el Camino Viejo del Paular que nos deposita directamente en el Puerto de Navacerrada.

La fiera contenida ¡¡Qué manera de tirar!!
Arriba hacemos la obligada parada en la Venta Marcelino para tomar algo y de paso me pillo mi bocata para luego, que no se me ocurre otra cosa que pedirlo de sardinas, lo que viene siendo media barra de pan rebosante de pescado en aceite ¡¡¡Error!!!

El tomate ese debe tener alguna sustancia ilegal tipo súper-doping
Salimos por la carretera de Valdesquí para dirigirnos al Refugio del Pingaron, donde disfruto unos instantes recuperando en mi cabeza momentos de tantos fines de semana pasados de chaval en este lugar.

Vistas desde el Refugio del Pingaron y un par de bichos.
Ahora nos queda una pequeña bajada que recordaba complicada, traducido en esta ocasión al argot de la bici: trialera de las buenas, llegamos al río y remontamos la pendiente de enfrente por camino totalmente ciclable.

Esta foto es la única de tres donde da pedales en este puente, jejeje.
Pasamos la loma entre los pinares e iniciamos otro descenso más tendido, más rápido, directos al Arroyo de las Cerradillas, justo antes de llegar la inclinación se hace más notable y aparecen más piedras.

En las bajadas es donde pillo a la gente de frente ¿Por qué será?
Y prácticamente de parado, la rueda delantera decide no superar una de las piedras que se encuentra en su camino y no estoy lo suficientemente hábil como para sacar el pie de la cala, la consecuencia es previsible y caigo hacía un lado pudiendo frenarme únicamente algo con la mano, dejándome esta dolorida y la pierna con algún que otro arañazo. Lo peor ha sido la indignación del sitio donde me he caído, teniendo en cuenta cada uno de los trazados difíciles que había superado momentos antes.

Hay más Betadine que herida.
Enlazamos con las pistas forestales. Carlos y yo asimos los puños dejando de lado las manetas de frenos para descender aprovechando el buen firme, pero me toca parar más de una vez y esperar en los cruces, creo que tendré que descargarme el track para las siguientes.

Veo en la foto que la horquilla trabajó
Uno de los puentes al otro lado del río, que es por donde va el track, nos lo hemos saltado y José Carlos me dice que es fácil cruzarlo, por lo que en lugar de regresar salimos del camino de un lateral del río para intentar llegar al otro lado, al final terminamos cada uno por un lado, pero pronto nos encontramos y decidimos esperar al grupo para reunirnos todos otra vez.

Cuando estamos juntos iniciamos la marcha y empiezo a recordar la zona, no hace mucho pasé por este camino ya y lo confirma el Embalse de la Presa del Pradillo, que encontramos poco más adelante.

Pequeña y bonita presa del Río Lozoya
Tenemos algún que otro tramo donde el terreno nos obliga a desmontar, pero es solo un instante, el resto es camino de los de disfrutar, entre sombra y junto al río.

Si el primero para los demás también
Seguimos en ligero descenso, y aprovechamos las últimas cuestas abajo antes de afrontar uno de los desafíos del día.

¡Gracias Nacho, al fin salgo en una foto!
Nos acercamos a la zona de las Presillas, estamos ya a punto de alcanzar el punto más bajo de toda la ruta, ahora la pista es ancha y prácticamente llana.

Nacho poco antes de llegar a la zona de las Presillas.
Cruzamos Rascafría sin paradas comenzamos la subida, unos pocos kilómetros más adelante Pedro pincha y comenzamos la tarea de reparación y localización... ¡¡Ops!! ¡Menudo palito! Cuando localizamos el causante del pinchazo todos pensamos que era un clavo, pero... NO, era un palito con muy mala leche.

¡El culpable! ¡La arma del delito!
La pista es buena, pero no deja de subir, aquí aún aguanto el tipo, incluso consigo sacar fotos a los que vienen detrás, otro gallo me cantará en breve.

Los bosques y arboledas van dejando paso por momentos a la vegetación baja.
Cuando llegamos al conjunto de piedras denominado El Carro del Diablo decidimos parar para tomar algo.

José Carlos no esta, iba por delante y no paró, ya no le veríamos hasta el final de nuestra ruta en el aparcamiento de la Boca del Asno.

Nieves nos cuenta el recuerdo difuso que ella tiene de la historia que le han contado al respecto de estas piedras, así que se queda en pendientes para buscar la información y esto es lo que he encontrado:

La leyenda transcurre durante el final de la construcción en el siglo XV de la Catedral de Segovia, (recuerda Nieves para la próxima que no es el Monasterio del Escorial) tarea que se encomendó a Juan Guas, renombrado arquitecto y escultor toledano de origen flamenco. Éste se comprometió a terminar la obra en un tiempo determinado. Pero el tiempo pasaba y llegaba la fecha límite, más las torres de la catedral no alcanzaban la altura deseada.

Tanto renegaba el maestro de obras de su suerte que se le apareció el mismo Satán engatusándolo con lograr la finalización del edificio a cambio de la posesión de su alma. Aceptado el trato, la obra progresó a ritmo endiablado hasta que, próxima ya la finalización de la misma mucho antes de verse cumplido el plazo, el constructor, ahora seguro de sí y de su éxito, rompió el pacto diabólico. En venganza, el diablo convirtió en piedra el último de los carros que portaban piedra hacia la obra dejándolo así definitivamente anclado en la ladera del Reventón, mientras que la Catedral terminó con una de sus torres algo menor que la otra.

Cualquiera que conozca la Catedral de Segovia alegará que solo tiene una torre, esbelta y altísima.  Cierto, porque resulta que Juan Guas trabajó en la antigua catedral desaparecida hace siglos.

El Carro del Diablo
La parada para picar algo se convirtió en una parada para comer, y como no tengo límite para este menester, que sale más barato pagarme un sastre que una comida, me zampe el bocata de sardinas enterito, acompañándolo de dátiles, unas nueces, almendras.... Un despropósito teniendo en cuenta que nos tocaba afrontar lo más duro del día: El Collado del Reventón, y doy fe que hace honor a su nombre.

Eso sí, las vistas son espectaculares.
En la subida me quede atrás y vi como la distancia entre el que me precedía y yo iba aumentando, no obstante siempre los tuve a vista, salvo algún recodo del camino, para colmo el tiempo fue empeorando hasta el punto de comenzar a soplar un viento desagradable y caer una llovizna ligera pero constante.

La inclinación y piedras del final obligan a desmontar al más audaz
Una vez arriba nos reagrupamos y sin pensarlo comenzamos el descenso, al principio nos la prometíamos felices pensando que la subida estaba completada y que ahora ya solo era bajar, y nada más lejos de la realidad, si era bajada, pero no era nada ciclable, además luego pudimos comprobar por fotos satélites que el que parecía mejor camino iba por la derecha del muro de piedra y no por la izquierda que era por donde descendíamos nosotros.

Descendiendo del Puerto del Reventón
El paso era estrecho, repleto de piedras y piornos por ambos lados. Rodar unos metros sobre los pedales era una autentica proeza, incluso para los más técnicos, tocaba andar con la bici no sin marcarnos todas las piernas por la vegetación, que al mínimo descuido se metía incluso entre los radios.

Y luego me pregunto por qué rompo tanto radio
Al final llegamos a un camino más ancho pero de firme malo, aunque esto último no impide que, como en la mayoría de las veces, quiera disfrutar de la bajada y empiece a aumentar la velocidad a pesar de lo que vibra la bici, después de varios minutos de descenso esperando en un cruce por el grupo observo que he perdido el velocímetro ¡¡Es la segunda vez ya!! Tendré que hacer algún invento para que en caso de salirse no caiga.

Aquí cada uno baja ya a su ritmo
En unos minutos alcanzamos ya Valsaín y esperamos para reagruparnos. Con la que nos ha caído de agua vamos pensando en un chocolate en lugar de una cerveza, pero al final nos tenemos que conformar con un café.

Salimos del segundo punto más bajo de la ruta hacia la Cueva del monje, por una pista asfaltada, ahora toca otra vez cuesta arriba, pero parece que el descanso me sentó bien, voy tirando delante y me siento cómodo. Tendré que ponerme a prueba en otra ocasión, pero sustituyendo el bocata por algo más ligero.

En poco tiempo nos presentamos en el aparcamiento y nos reencontramos con José Carlos, menudo máquina, ya es tarde y decidimos tras guardar las bicis retirarnos a casa.

Os dejo aquí el Track de la ruta por donde sacamos en esta ocasión nuestras ruedas a paseo.

Hasta la próxima.

2 comentarios:

  1. Me apunto esta ruta para hacerla en breve, he visto que tiene varias zonas técnicas algo complicadas, aunque siempre está el recurso de echar el pie a tierra, jeje.

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  2. Es una ruta espectacular Pablo, yo si repito le cambiaría el Puerto del Reventón por el Puerto de las Calderuelas, seguro que queda una ruta espectacular.

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